Las enfermedades crónicas originan el 60% de la mortalidad global, con una elevada carga de morbilidad y afectación de la calidad de vida de millones de personas, sin que termine de convertirse en un objetivo prioritario para muchos Servicios de Salud. Por el contrario, éstos están diseñados aún para atender a procesos agudos y únicos; cuando se cronifican y multiplican en la misma persona, la atención sanitaria se vuelve fragmentaria, discontinua y variable.
Se han explorado alternativas asistenciales y organizativas para hacer frente a este problema, destacando el desarrollo de modelos integrales de organización de la atención, como el Chronic Care Model, entre otros. Las características que establecen éste y otros modelos, sitúan a la enfermera en una posición estratégica para liderar este enfoque de atención, debido a su orientación hacia la atención integral, el autocuidado y el fortalecimiento de capacidades de la persona, mediante la promoción y la educación, además de ejercer como agente clave en los procesos de continuidad asistencial, seguimiento domiciliario y de promoción de salud, sobre todo cuando se incorporan roles de práctica avanzada. Las experiencias desarrolladas en este sentido han mostrado una alta efectividad y una mejora en la capacidad de resolución e intervención del resto de miembros del equipo multidisciplinar.
La clave reside en que los Servicios de Salud deben ser capaces de integrar muchas de las acciones y recursos que ya tienen, adecuadamente coordinados y reorientados desde un modelo global que dé sentido y guíe el despliegue de medidas, para los profesionales, para la ciudadanía y para los desarrolladores de políticas de salud.