La preocupación por el medio ambiente como elemento favorecedor de la conservación y recuperación de la
salud, ha sido una constante a lo largo de la historia de la Enfermería. Este hecho puede constatarse si se analizan los distintos paradigmas a los que se ha subscrito la disciplina enfermera y se observan los principales modelos teóricos de la profesión, en los que, junto a los conceptos de cuidado, persona y
salud, aparece siempre el concepto de entorno. Cada vez existen más evidencias de la relación existente entre la calidad del medio ambiente y la
salud de las personas y comunidades e instituciones sanitarias como, por ejemplo, la Organización Mundial de la
Salud (OMS) se han hecho eco de esta preocupación, incluyendo en sus políticas objetivos específicos respecto a este tema, tal como queda plasmado en los documentos de
Salud para Todos en el año 2000 y
Salud para Todos en el siglo XXI. La OMS ha recomendado un cambio de orientación de los sistemas sanitarios, propugnando que éstos deben basarse, sobre todo, en la promoción de la
salud y la prevención de la enfermedad, en lugar de en la curación como se venía haciendo. Esto supone un cambio en los roles tradicionales de los profesionales sanitarios y, concretamente, en el de las enfermeras, a las que se ha querido reconocer un protagonismo especial. La actividad enfermera respecto a este tema ha consistido en adecuar los elementos ambientales poco favorables, potenciar los favorables y controlar los elementos hostiles. En la actualidad, se han de decidir qué líneas de trabajo deben seguirse, teniendo en cuenta que la participación de los individuos es uno de los elementos indispensables.