A lo largo del siglo XIX, la viruela, en el plano internacional, y la fiebre amarilla, en el caso de España, fueron sustituidas por el cólera. Esta enfermedad, endémica de ciertos países asiáticos, se desbordó sobre Europa en el segundo cuarto de siglo a través de cuatro oleadas sucesivas que convirtieron la endemia en auténtica epidemia. Contra esta nueva enfermedad no existía remedio conocido para combatirla, ya que por otra parte la causa primera del cólera era desconocida. Es necesario destacar “la auténtica anarquía terapéutica” llevada a cabo y la falta de acuerdo en su fisiopatología. Por tanto, es difícil trazar un paralelismo entre métodos curativos y pensamiento patogénico. Siendo consciente de este hecho, el presente artículo trata de conseguir este objetivo centrándose en uno de los métodos terapéuticos más utilizados: la sangría.