La discapacidad intelectual ha tenido diferentes denominaciones a lo largo de la historia. Hasta el siglo XIX prevaleció el término idiota, que Esquirol define como un déficit intelectual constatable, de origen orgánico e incurable, en el que la inteligencia nunca ha llegado a desarrollarse, al igual que las capacidades sensitivas y motoras, que puede ir acompañado, o no, de perversión de los instintos. Distingue así la idiocia de la demencia y la confusión mental. Posteriormente, el psiquiatra Kraepelin introduce, en 1913, el término oligofrenia, para definir a las personas con capacidad intelectual baja. Más adelante, entre otras acepciones, adoptó las...