¿Alguna vez has pensado qué le dirías a tu yo de niño/a? Solo uno mismo sabe lo que ha vivido, nadie más. A veces las ideas parecen enredarse en la cabeza, o en el estómago, formando un nudo que es difícil de deshacer. A todos nos hubiera gustado no perder el tiempo en cosas o pensamientos que no merecían la pena, o incluso separarnos de personas que no sumaban nada positivo. Nuestro “yo” con el paso de los años, algo más sabio y también menos ingenuo, es consciente de que caerás mil veces, pero volverás a levantarte, y mucho más fuerte.