Ridec
hacia una sociedad cuidadora
Andreu Segura Benedicto, Jara Cubillo Llanes, Beatriz González López-Valcárcel, Sebastià March Llull, Soledad Márquez Calderón, Bernabé Robles del Olmo
2021-06-01

Introducción

Como han señalado diversos autores, entre los que destaca Victoria Camps, las ciudades, que son la organización social humana hegemónica, deberían ser ciudades de cuidados, comunidades que se cuidan. Propósito al que la Salud Pública y su versión local, la salud comunitaria, pueden contribuir decisivamente. Porque si se entiende la salud en positivo, como vivir bien la vida (p. ej.: sumak kawsai) ello implica cuidar del entorno y cuidarnos a nosotros -entre nosotros también-, ya que ambos comportamientos son potencialmente salutogénicos. Como lo es también incentivar la implicación y la participación comunitaria mediante el desarrollo de redes de apoyo y colaboración mutua, lo que exige a la Salud Pública compromiso en la producción de la salud y de los cuidados. La participación es fundamental en la promoción de la salud comunitaria, de la equidad y también de los cuidados; en las sociedades más igualitarias las personas tienden a participar más en grupos locales, organizaciones de voluntariado y asociaciones y, a su vez, la participación comunitaria mejora el bienestar y reduce las desigualdades en salud. La participación incrementa el control de las personas sobre las cuestiones que afectan a sus vidas y es imprescindible para la acción transformadora sobre los determinantes sociales de la salud. La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de una estructura de servicios colectivos, imprescindibles cuando los problemas deben abordarse colectivamente, sin caer en una inadecuada dependencia de las instituciones gubernamentales.

 
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