La docencia ha sido un denominador común en la práctica profesional que he desarrollado a lo largo de mi vida como enfermera. Numerosos interrogantes han acompañado este camino y siguen, afortunadamente, guiando la búsqueda de la mejor práctica. El trabajo que presento recoge un esfuerzo de elaboración de ideas compartidas, reflexiones, sentimientos y saberes diversos que he ido encontrando en el proceso incompleto e inacabado, de construcción personal.
Teniendo en cuenta que la universidad es un espacio privilegiado para la producción e intercambio social del conocimiento, parece conveniente que los profesores universitarios hagamos el ejercicio de repensar la enseñanza y el aprendizaje tomando como punto de partida los nuevos enfoques teóricos que están aflorando, como es el caso de la teoría de la complejidad. Cada vez son más apreciados aquellos profesionales capaces de enfrentarse a los problemas de salud complejos a través de miradas pluridisciplinares. Por ello, abordar la organización de los saberes enfermeros desde la teoría de la complejidad no es un esnobismo sino que encuentra su sentido en las relaciones que existen entre los postulados de dicha teoría y la realidad en la cual interviene la enfermería.