Hasta bien entrado el siglo XX, la medicina podía considerarse meramente paliativa. El médico era testigo de la enfermedad, pero sus posibilidades de intervenir para modificar su curso natural eran muy limitadas. Aún así, su proceder resultaba fundamental en el acompañamiento del enfermo y su familia durante la enfermedad, así como en la adopción de medidas que aliviaran el sufrimiento. Con el progreso de la medicina a partir del descubrimiento de los antibióticos, la mejora de las posibilidades diagnósticas y otros avances el médico dejó de ser espectador para convertirse en parte decisiva de la curación del enfermo (Ver Imagen 1)....
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